Javier fue a la Clínica de Santa Tomilla, un lugar en donde hacen tratamientos especiales llenos de placer

Javier no sabía qué hacer. ¿Iba? Parecía demasiado bueno para ser verdad. Por otra parte, la información no le había llegado en la manera clara y publicitaria en que se suelen presentar las estafas. Por el contrario, se había enterado de rebote por un conocido. Estaba claro que ninguno de los habituales implicados tenía el más mínimo interés en que aquello se supiera demasiado. Era normal. Si fuera cierto, cualquier cosa que se supiese desataría un escándalo del que nadie querría salir pringado.

Qué demonios, se suponía que, al menos de cara a la galería, era un sitio legítimo. Iría. Si los rumores eran ciertos, fenomenal. Y si no, pues un servicio corriente y listos. Se decidió, pidió cita, y se dirigió a la Clínica Santa Tomilla.

Ante la duda, pidió algo rutinario para echar un vistazo: una revisión odontológica. Cuando llegó le sorprendió lo que vió. Una clínica normal y corriente, no muy grande pero tampoco pequeña, tal vez con una docena o dos de distintas especialidades y una pequeña ala de hospital. Siguió las indicaciones hasta el área de odontología, y allí le indicaron que se sentase en la salita de espera, que enseguida le llamarían.

Definitivamente, le habían timado. Aquello era una clínica normal. En fin, suspiró. Una revisión y a casa.

¡Señor López! Llamó una enfermera, y la siguió. Amablemente le acompañó hasta uno de los gabinetes, cerró la puerta, le ayudó a quitarse el abrigo y le sentó en el moderno sillón de dentista. Javier la miraba furtivamente. Una chica morena, lozana, rozando la treintena. Tenía un bonito cuerpo, sí, de curvas pronunciadas y firmes, pero su hermoso rostro carecía de maquillaje alguno, y llevaba el pelo recogido en una práctica coleta. Su uniforme era completamente normal, una camiseta y un pantalón de enfermera azul celeste. Aunque le quedaban ajustados y espectacularmente bien, no creía que…

En seguida vendrá el doctor -le dijo sonriendo, sacándolo de sus pensamientos- eche la cabeza hacia atrás, recuéstese cómodo.

Oiga, una pregunta… -Javier se sintió estúpido, pero quiso hacer un último intento antes de quedarse con la duda-

Sí, dígame

¿Ustedes…?¿Hacen…? -no sabía cómo preguntarlo sin quedar mal- He oído que hacen.. bueno… tratamientos… ¿Especiales? -las palabras parecían cada cual más estúpidas conforme salían de su boca. La enfermera no pareció comprender-

No sé a qué se refiere -Repuso ella aparentemente sin comprender- Imagino que los tratamientos a los que opte dependerán de lo que cubra su seguro, ¿No?

Sí, claro, pero bueno, había oído que… -finalmente se rindió, estaba claro que era mentira- nada, olvídelo.

Puedo comprobar su cobertura, si quiere -dijo ella, intentando ayudar, mientras el dentista entraba en la estancia- déjeme su tarjeta sanitaria, si quiere, y lo miro

Claro -Dijo Javier, avergonzado de cómo había podido ser tan estúpido- aquí tiene.

La enfermera se fue mientras el dentista llevaba a cabo una revisión de la boca de Javier. Para completar su vergüenza, tuvo que pasar por la revisión entera que el dentista no acababa de comprender.

¿Pero le molesta algo? -decía mientras miraba un rincon y otro de la boca de Javier con su sonda y su espejito- Yo no veo nada, parece tener todo bastante bien… se cuida usted muy bien la boca.

No… -respondía Javier, azorado- sólo era… por hacerme una revisión rutinaria

La enfermera volvió, y ocupó su sitio al lado del dentista pasándole los utensilios que éste requería, y sujetando el extractor de saliva. Al fin. La revisión terminó.

Bueno -dijo el dentista quitándose los guantes y lavándose y secándose las manos- pues está perfecto.. No sé qué decirle… siga cuidándose la boca como hasta ahora. Lucía le dará un formulario…

Espere, doctor, aún le queda la limpieza -le interrumpió la chica-

¿Ah, si? -repuso distraído- bueno, pues entonces ahora nuestra higienista dental -dijo señalándola a ella- le hará una limpieza y… ya nos veremos -dijo despidiéndose rutinariamente, y se fué, cerrando la puerta tras de sí-

Javier suspiró. La tontería del rumor le iba a costar pasar allí la tarde. Le estaba bien empleado, por crédulo. Lucía se puso los guantes de látex rosa, y se dispuso a trabajar sobre él.

No se preocupe -le dijo sonriendo- relájese. Comparado con la revisión del doctor esto será mucho más… placentero. Abra la boca.

Resignado, Javier volvió a cerrar los ojos y abrir la boca, sumiso. Notó como la fría sonda le acariciaba la lengua mientras la higienista dental hurgaba en su boca.

Mmmm, a ver qué hay por aquí… -oía la voz de Lucía. Extrañamente, la sonda metálica y fría fue sustituida por uno o dos dedos de la higienista, que acariciaron la lengua de Javier con delicadeza- No está mal.. Sé que el doctor ha dicho que todo está perfecto, pero siempre es mejor cerciorarse…

Javier estaba relajadamente tumbado dejándose hacer, deseando que aquello terminara lo antes posible, cuando los dedos enguantados en látex de la higienista dejaron paso a.. La sensación de un beso. Notó los labios rellenitos de ella presionando los suyos, y su húmeda lengua jugueteando en su propia boca. Primero abrió los ojos, sorprendido, pero la sensación era tan buena que se dejó hacer enseguida… tras medio minuto de morrearse con ella, Lucía se separó, lentamente sonriente y traviesa, con un hilillo de saliva aún uniendo ambas bocas.

Bueno, ahora toca el.. ¿Cómo lo ha llamado antes? -dijo, guasona- “tratamiento especial”

¿Sí? -Javier no salía de su asombro- Perdón, yo pensaba que…

Bueno, es que tenemos que ser discretos -sonrió ella- además, me ha gustado hacerte sufrir un poquito. Pero bueno, ya ha pasado, ¿Qué tal si le echa un buen vistazo? Ahora ya no tiene que apartar la mirada -dijo dándose la vuelta y levántandose un poco la camiseta, mostrando su culo-

Javier clavó los ojos en el culo de Lucía, era un culazo bien proporcionado y redondo, de buen tamaño y tonificado, los pantalones ajustados del uniforme le quedaban divinamente.

Bueno, mejor aún, voy a darte una mejor vista mientras te hago la “limpieza”- dijo ella sonriendo y adivinando los pensamientos de Javier. Metió los pulgares bajo el elástico de su pantalón por las caderas, y se lo bajó hasta las rodillas, mostrando un provocativo tanga de leopardo que enmarcaba su precioso culo.- Vamos, no seas tímido, toca lo que quieras mientras yo voy a lo mío -y se inclinó poniendo su trasero a disposición de Javier mientras tenía a mano su paquete. Desabrochó su pantalón, le bajó los bóxers y le sacó la polla ya casi erecta del todo, comenzando a pajearla-

¡¡Ooohhh!! -gimió Javier- ¡Sí, eso era lo que quería!

Javier magreaba a placer aquel culo maravilloso mientras Lucía pajeaba su polla. Sus guantes de látex subían y bajaban por ella, y de vez en cuando añadía un poco de lubricante sanitario sobre ella. Al poco, mientras una mano seguía pajeándole, notó a la otra extendiendo el frío gel por su escroto y su perineo. Volvió a gemir de placer.

Creo que voy a tener que examinarle más a fondo -Oyó que decía ella, y automáticamente notó su delicada y profesional mano engomada masajearle tiernamente los huevos, para luego ir introduciendo poco a poco un dedito lubricado por su ano-

¡¡Aaahhh, dioos, sii!!

Javier estaba en éxtasis, no sabía por qué, tal vez fuera el morbo de la situación, el ver, sin esperarlo, el culo de la pragmática enfermera exhibiéndose con un tanguita de leopardo, o el hecho de que aunque fuera una paja, la técnica de Lucía era simplemente perfecta. Fue activándole los puntos de placer de forma metódica y anatómicamente precisa hasta que Javier no pudo sino gozar como nunca y saber que aquel sería el mejor orgasmo de su vida. La mano pajeandole cascaba como una diosa su polla mientras que el dedito masajeando su culo espoleaba sus deseos más profundos.

¡¡Me corro, Lucía, me corroooo!!

¡¡Vamos, Javier, dame lefa!! -gimió ella contestando con una voz perfectamente modulada para excitarle, era voz de ángel, de chiquilla y de puta lasciva al mismo tiempo- ¡¡Mira mi culito de zorra y dame tu leche, mi sementaal!!

Javier cerró los ojos fuertemente mientras notaba como eyaculaba más de lo que lo hubiera hecho nunca. Chorro largo tras chorro largo salían eyectados de su cipote mientras el brutal orgasmo le hacia apretar la mandibula y agarrar con fuerza el culo de Lucía. Al fin, se relajó.

Abrió los ojos y allí estaba ella. Increíblemente sexy, se había soltado la coleta, su camiseta estaba subida hasta mostrar sus preciosas tetas y las tiras de su tanga subían por encima de su pantalón, circunvalando sus caderas. Sonreía y llevaba un botecito de muestras en la mano.

Mmm, no está nada mal, Señor López -Javier reconoció su propio esperma en el recipiente graduado- cuarenta mililitros… voy a tomar nota -dijo ella, escribiendo la cifra a boli en la ficha médica de él- es impresionante ¿Sabe? Con esto podríamos inseminar a seis o siete mujeres fácilmente… por suerte, no lo ha solicitado, y esto es Odontología, no nuestro Departamento de Fertilidad, así que… es todita para mí.

Y delante de Javier, alzó el botecito y se bebió hasta la última gota de semen, con cara de disfrute, para luego relamerse, lasciva y golosa. Después sonrió y se repuso la ropa.

Eso ha sido para que se lleve una buena imagen y quiera a volver a nuestra clínica. -dijo sonriendo- Aquí tiene su tarjeta sanitaria -dijo devolviéndosela- Hemos cargado un par de empastes y una limpieza, por si su compañía le preguntase. Cuídese.

Y desapareció del gabinete. Javier se levantó, casi mareado. Se abrochó los pantalones, se puso la chaqueta y salió de nuevo a recepción. Todo parecía normal, la gente esperaba de manera corriente leyendo alguna revista y el personal sanitario iba de un lado para otro, atareado. Después de salir a la calle, pudo volver a pensar con más normalidad. La Clínica Santa Tomilla… No veía el momento de volver.